Gerra civil
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La ciudad se ha vuelto el campo de una guerra civil ideológica que está dividida en dos bandos, los que dicen "Lima NO puede para" y los que proclaman "Susana SÍ se va". Y en medio de los dos, una minoría que no sabe a cuál de los dos apoyar.
Por su parte, la clase política, las figuras públicas y los artistas populares, hacen gala de su decisión para que el pequeño porcentage de personas indecisas tome partido por su postura.
Las encuestas dan por revocada a la alcaldesa con un mayoritario 61%, mientras el 8% de personas que aún no decide perjudica al 31% que quiere que continúe su actual gestión. Las cifras del sí y del no son marcadas, como en toda contienda en la que quedan dos opciones.
Recordaremos que en la segunda vuelta de las últimas elecciones presidenciales el País se dividió entre Fujimoristas y Nacionalistas. Ahora se repite el mismo escenario en un espacio más reducido, en la ciudad de Lima.
La gente dice que sí o que no por las obras que hizo Susana Villarán, la arena que puso en la Herradura para que se la llevara el mar, el muro que derribó el río Rímac y el infierno que se vivió el 24 y 25 de Octubre en La Parada.
Aunque también se tiene que considerar un gran factor, si tomamos el ejemplo del ordenamiento víal en las principales avenidas de Lima (Abancay, Tacna, Wilson, Túpac, etc.) veremos que la idea de ordenar el tránsito es aplaudible, pues antes de que interviniera, el tránsito era un caos.
También la lucha por la formalización del transporte y la ley del chatarreo. Las obras por ordenar el transporte son las que más ha sentido la población por ser de su uso cotidiano.
En este ámbito tenemos dos posturas antagónicas, los que fueron perjudicados, porque les cortaron el transporte informal que antes beneficiaba en sus tiempos (recordemos que no tienen rutas establecidas, y si las tienen no las cumplen) y los que se beneficiaron por el ahorro de tiempo y el orden que se presenta.
Ordenar los paraderos, siguiendo con el tema del transporte, es una obra que ha generado el mismo impacto, si antes caminaba una cuadra para subir al vehículo que me transportaría y ahora camino dos o tres, en un inicio a nadie le va a gustar la idea.
Pero cuando nos damos cuenta que ahora sé en que lugar se detiene el carro y no tienen que atiborrar la avenida para que suba el pasajero, y mucho menos la lucha encarnizada porque suba una persona en un vehículo repleto.
Y así podemos seguir ennumerando las obras que ha hecho la alcaldeza en su lucha por ordenar y formalizar Lima, una ciudad que ha estado acostumbrada por muchos años a la informalidad y el desorden.
Es lógico que los acostumbrados a la informalidad estén contra la alcaldesa (que no son en su totalidad los que apoyan el sí, pero sí un porcentaje considerable).
A estas alturas de la campaña, la ciudad se polariza cada vez más y más a extremos radicales. Los limeños defienden su postura con todas sus fuerzas y tratan de convencer al pequeño porcentaje indeciso que apoye su pocisión.
Los pobladores deben analizar la situación, después de todo, cada quien vota por lo que según su postura es lo mejor para la ciudad. Pero tenemos que evitar, en la medida de lo posible volvernos vicerales con este tema.
Tomemos la contienda de lo más racionalmente posible dejando de lado emociones que se tengan hacia algún personaje o hacia alguna propuesta. No vale la pena hacerse enemigo del vecino, del familiar o del amigo sólo porque apoya el lado contrario al mío
Recordemos que esta es la tan proclamada era de la libertad, respetemos las posturas diferentes y lo más importante, toleremos a los que no nos apoyan, porque también son ciudadanos que tienen tantos deberes y derechos como nosotros.
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