El origen de una fuga

Las fugas del Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima “Maranguita” pudieron evitarse.
 
Los hogares, espacios en los que deberían fomentarse las buenas costumbres y el amor, se han vuelto criaderos de delincuentes y parásitos sociales, es aquí donde debió evitarse la fuga, pues como dice el refrán ‘todo viene de familia’.
 
La cadena lógica empieza en un hogar disfuncional donde el niño aprende malas costumbres o es dejado de lado buscando afecto fuera del hogar, continúa el inicio del joven en la vida delictiva hasta su captura seguido del encierro y termina en la fuga de los 32 menores (18 el 31 de Diciembre y 14 el 1 de Enero).
 
Un hogar disfuncional no es necesariamente el lugar en el que discuten y pelean los padres todos los días, también es una familia en la que los padres permiten que sus hijos hagan todo lo que les venga en gana o en el que se le da todo al menor.
 
Las tres situaciones dan terribles consecuencias que sólo pueden ser solucionadas con tratamiento sicológico a nivel familiar.
En el hogar donde las peleas y discusiones están a la orden del día, el menor asimila el problema y se llena del rencor que estas traen consigo, las consecuencias son 2, o el niño se suicida o se aventura a la calle, a buscar el afecto que no recibe en casa.
 
Ya en la calle, el menor está a merced de todo tipo de influencias, tanto positivas (como lo son la iglesia, grupos artísticos, deportivos o culturales) como negativas (pandillas, bandas delincuenciales, etc.) y su conducta se modificará según el espacio al que llegue, pues el entrar a un nuevo círculo social tendrá que cambiar su comportamiento.
 
Los padres que dejan que sus hijos hagan lo que quieran son personas sin autoridad, y en consecuencia, el párvulo aprende a faltar a las normas y piensa que podrá pasar sobre cualquier autoridad social.

La casa en la que el menor recibe todo lo que quiere está produciendo a un parásito social porque recibió todo fácil y esperará, aún adulto que le den todo sin hacer el menor esfuerzo, dependiendo siempre de otros (mayormente los padres o los hermanos).
 
Pero no todas las familias están encasilladas en estos tres tipos, hay hogares que fomentan la cultura y el arte, el gran problema, es que encierran al niño o al adolescente en un espacio con el que no se encontrará cuando salga al mundo (ya sea la universidad o el trabajo).
 
El ideal al que toda familia debe aspirar es un hogar cohesionado por el diálogo, con normas establecidas y funciones repartidas equitativamente; en la que cada integrante tenga su espacio privado, familiar y social debidamente delimitado.
 
Sin embargo, aquí no entra a tallar solamente la familia también está la educación que recibe cada alumno ya que, por más esfuerzo que hagan los padres por dar una buena educación a sus hijos, los profesores deben procurar que la educación sea integral.
 
Claro está que la cooperación profesor-padre es imprescindible para que no hayan confusiones en la mente del menor que se desplaza entre ambos espacios.
 
Aquí también entra a tallar la iglesia (aunque a algunos no les guste) porque sociológicamente los 4 entes socializadores principales: son la familia, la escuela, la iglesia y el estado.
 
La iglesia colabora en esta acción con los grupos de ayuda social y catequesis que brinda constantemente a lo largo del año, aquí el joven aprende cosas nuevas (más allá de la doctrina que profesa cada religión).
 
El estado es casi siempre la última opción por su efecto de acción-reacción. Los centros de rehabilitación y penitenciarios ya no dan abasto para la cantidad de personas que entran, ese es el motivo por el que las municipalidades brindan programas de apoyo social dándole a los menores la oportunidad de desarrollarse en el arte y la cultura, alejándolos de las drogas y las pandillas.
 
Pero estas iniciativas no son apoyadas como deberían serlo, más que por el lado económico por el lado cooperativo de las personas, cada vez que haya una obra que ayude a la formación de niños y jóvenes lejos de las drogas y el pandillaje, debemos ayudar en su difusión oral, escrita, virtual, etc.
 

Todos estamos involucrados en este problema de una forma u otra, de manera directa o indirecta, pues muchas veces nuestra inacción ante las diversas situaciones que se presentan también son causa de estos problemas que ahora nos lamentamos.
 
Este tema es de nunca acabar. Un círculo vicioso que se origina en la familia tiene problemas, los hijos no aprenden, crecen y se vuelven, si no delincuentes, el reflejo de sus padres y se repite constantemente.
 
Es muy raro encontrar casos que rompan el círculo y reflexionen su realidad (que existen), pero siempre ha sido con un apoyo moral y afectivo fuera de la casa que pasa a tallar en la esfera social, aún así, es raro encontrar ese lazo afectivo con influencia positiva, pues los jóvenes se encuentran con otros similares hasta en los problemas y se inducen mutuamente a los vicios.
 
Esta no es una visión fatalista o derrotista, es una perspectiva realista, pues para que cambie el círculo de vicioso a virtuoso, se necesita la reacción y el cambio positivo de alguno de los miembros implícitos en el problema.
 
Si esto no se soluciona en la familia, los profesores tienen que hacer verdaderas hazañas para conseguir que su alumno reaccione positivamente y recepcione la enseñanza que le brindan, pero si el profesor no tiene vocación por la educación, simplemente el problema seguirá. Lo que no soluciona el MINEDU, el INPE no podrá arreglarlo.

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